Sobre las promesas a uno mismo
Tardé en digerirlo y procesarlo. Cuando las cosas ya estaban en su lugar, no me pude dar el tiempo de venir a escribirlo por acá.
Este año me propuse varias cosas y he cumplido algunas, sobre todo en temas que tienen que ver conmigo mismo, recuperando esa dosis de sano egoísmo.
Una de esas propuestas que me hice fue más bien en calidad de promesa. Tenía que ver a Deftones antes de que acabara este año y lo logré.
Por falta de dinero, visa o de tiempo, no me había dado la oportunidad de ver a una de las bandas que han marcado grandes episodios de mi vida y que hasta la fecha representan una parte de mi.
Probablemente esta hazaña que cuento sea algo muy común para otros, pero para mí significa más y tiene un sabor más delicioso. Tal vez sea algo normal para quienes encuentran respaldo económico en la bolsa de mamá o papá.
Sabía que no debía morir sin haber escuchado en vivo la música que me acompañó en momentos difíciles, otros alegres, otros de reto a la vida o aquellos donde conoces a los verdaderos amigos.
Hay días que difícilmente se olvida y estoy seguro que este será uno de ellos. Esta memoria traicionera que me cargo no falla en recordar desde el amanecer hasta el atardecer de ese día.
Incluso ese día marca un episodio particular de este año. Caso particular de amistades que retan los límites de la dignidad, pero que poco se puede hacer, más que contemplar.
Pero bueno, el año aún no termina y tengo otras propuestas para antes de terminar el año, algunas relacionadas con fotografía, otros con escritura y unas más con mi familia y mis hijos.
Si regresan por en este rincón en algunas semanas, probablemente se enterarán de las noticias. Por lo pronto, cambio y fuera.
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