Nueve/Año Uno

Hola, Matías.

Con un poco de prisa te escribo las siguientes líneas, quiero terminar esta epístola antes de que acabe tu cumpleaños. Tu primer cumpleaños.

Perdí un poco de tiempo porque anduve buscando por todo el cuarto el celular, pero al fin lo encontré. Sé que esta no es la manera más propicia para escribir una carta duradera, algo que espero leas cuando aprendas a hacerlo.

Este primer año contigo ha sido una vorágine. He hecho lo posible por estar más tiempo contigo, por al menos darte las buenas noches, besar tu frente y decirte lo mucho que te amo. El trabajo y las obligaciones diarias me han estado consumiendo.

Has crecido mucho. Físicamente y sé que espiritualmente también. En tus ojos puedo ver amor, alegría, júbilo y entereza. Le comenté hoy a tu madre que tú y tu hermano se quieren mucho, solo que todavía no lo descubren.

Así como tu hermano, eres un pequeñito muy amado. Tu mamá y yo nos sentimos los padres más afortunados del mundo de tenerlos, criarlos y disfrutarlos todos los días. Te prometo que de hoy en adelante, sabré aprovechar mi tiempo para estar más tiempo contigo.

La fatiga y cansancio que arrastramos tu mamá y yo, por andar tras de ustedes y por hacer lo posible por darles una vida digna y decente, no tiene comparación con ese enorme espacio del corazón que llenaron ustedes con su luz.

Deseo con todo el corazón no perder estas energías para poder encaminarlos y hacer de ustedes dos unos hombres de bien.

Quiero que sepas que es su sonrisa la que alimenta mi espíritu, que fortalece mi coraje y que marca mi rumbo en esta vida. He aprendido tanto de ustedes que estoy seguro que nada volverá a ser igual.

Termino esta carta mientras todos duermen y me hace compañía la tenue luz del televisor y la vibración del aparato de refrigeración.

Muchas cosas han pasado este año. Estoy seguro que lo que vemos a diario nosotros, lo verás tú en los libros de historia.

Te amo. Nos vemos de nuevo, cuando despiertes.

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