Sorpréndeme, vida.

Para algunos, los cumpleaños son el momento perfecto para demostrar popularidad, capacidad de convocatoria, probar la resistencia de su hígado al alcohol, las horas de aguante en una trasnochada o consagrarse por un día entre los demás, per se. 

Escribo esto a unas horas de cumplir 30 años y solo puedo decir: Sorpréndeme, Vida. Quiero algo más de lo que ya está, ansío que mi ojos broten de sorpresa, no saber cómo reaccionar, no saber qué decir. 

Es el tercer piso, debería de ver más arriba, más allá, obvio, que desde el segundo. No quiero que se me malinterprete, porque tampoco me estoy quejando de lo que por 30 años he construido, vivido y soñado. 

Platiqué con Claudia el otro día sobre lo que ocurre cada agosto. Soy creyente que las cosas le llegan a cada quien en su momento, pero no solas, siempre haciéndoles saber que se les está buscando. Curiosamente, recuerdo a Cortázar, también en agosto. 

En 30 años me han pasado muchas cosas. Pensé que el arrepentimiento llegaría sin aviso, recordándome no haber hecho algo en su momento, pero no fue así. Lo que he hecho, ha sido consciente, disfrutando o sufriendo el momento, asumiendo honrosamente las consecuencias de mis actos y mis decisiones. 

Nunca pensé que dos cachorritos serían el motor de mi vida. Tengo una familia hermosísima, de sangre, por ley y por gusto. Un aforismo y pregunta me viene a la mente todos los días: ¿cómo quiero que mis hijos me recuerden?

La respuesta es sencilla, pero extensa. Es de práctica, no de palabras. Eso se los demuestro todos los días. Ser padre significa crear contexto, no solo contenido, y también creo que el mundo se cambia en generaciones, no en hashtags. 

Ya son los 30. No está tan mal. No me puedo quejar. Ni siquiera se sienten. Al margen del estigma, la edad física es algo que dejó de preocuparme hace un tiempo. La vida debe de contarse por metas, con logros, sí, por más teto que esto se oiga. No se trata de sorprender a los demás, sino a uno mismo. 

Uno se va llenando el alma de viajes, de pláticas, de experiencias, de abrazos sinceros, de debates, de conquistas, de sueños, de sinceridad, de legados. Ahí es cuando uno se da cuenta de cuándo se comienza a vivir realmente.  

Por lo pronto me voy, mi familia me espera. Cambio y fuera. 




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