15 años después

Tenía más de 15 años sin visa o pasaporte, la verdad nunca le había visto utilidad. Me asombraba lo absurdo de las filas de gente que buscaba ahorrarse unos cuantos pesos haciendo compras del otro lado de la frontera. 

Creo que fueron contadas las excepciones que me lamenté de no tener una visa, pero fue sólo cuando se hicieron algunos conciertos en California, en ciudades cercanas. 

El caso es que por cuestiones laborales obtuve una visa de periodista a principios de enero y ya he cruzado la frontera un par de veces, por cuestiones precisamente laborales. 

Muchos encuentran esto tan trivial, sí, cruzan a Calexico, compran cosas, comen, cargan gasolina, van de viaje y un largo etcétera. 

A pesar de que mi mente iba en distraída en el aspecto profesional, no pude evitar transportarme 15 años atrás. Algo ayudó, creo, que la ciudad no cambiara en tanto tiempo. 

De pronto, esa imagen de mi mamá, tomándome la mano, recorriendo tiendas, comprando cosas. Todos los gatillos se activaron y reviví muchos momentos de hace años. 

Mi mamá me llevaba con ella, a pie o en carro. Regularmente era yo quien más la seguía, a donde fuera. Y sí, todo era muy trivial, muy común. Pero lo excepcional es que estaba con ella, cuando podía ver, cuando era independiente. 

Imposible olvidar ese episodio en nuestras vidas. Precisamente cuando todo era tan fútil, tan ordinario. Pero sobre todo cuando esa epifanía revela lo que los padres hacen por los hijos, algo que no se valora hasta que se es padre. 

Tengo muy presente cuando me llevaba a comprar los regalos de Navidad, hasta me creí con el corazón, que Santa Claus estaba en Las Palmas, y que ahí le podía entregar mi carta. Lo creí porque mi mamá me lo dijo. 

Recordé cuando le pedí que me comprara unos walkie talkies para poder hablar con mi hermano, ahí en el mismo cuarto donde dormíamos, un poco tonto, pero éramos niños. 

También cuando me llevaba a comer hamburguesas en el Jack In The Box. Cuando le pedía que me comprara esas cosas absurdas que venden los chinos en sus tiendas, juguetes que no servían ni una semana. Aún así, muy rara vez ella me decía que no. 

Cuando hacíamos fila en la Western Auto para pagar o su crédito, o comprar cosas. Esas idas al mercado. 

Tengo muy presente una salida que tuvimos con mi abuela. Mi papá nos llevó y compramos mandado, que nos llevamos en bolsas de cartón. La felicidad de todos fue saber que de regreso, había familia en casa, recién llegaban de Nayarit. 

Tantas cosas que recordé en una salida de trabajo. Esas cosas que al recordar le aceleran el corazón a uno y lo hacen susceptible a la distracción, al enfoque de las memorias. 

Para cuando regresé a Mexicali, quería ir a abrazar a mi mamá, a decirle cuánto la amo, a agradecerle lo mucho que hizo por nosotros y a darle un enorme beso. 

Me gusta saber que no he perdido esa capacidad de asombro ante las memorias que reviven ciertos lugares, ciertas personas, ciertos momentos. 

Buenas noches. 

 

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