Me niego a morir...
Bien decía Martha Medeiros en su poema Muere Lentamente. De repente entró en uno de esos extraños capítulos de la vida en los que me estancó, o al menos esa sensación tengo, cuando las cosas marchan lento, cuando se me va el tiempo en la rutina o cuando, de plano, soy demasiado ambicioso.
Me niego a morir. Desde que tengo memoria, la vida me ha enseñado a que cada meta tiene su costo, que cada escalón requiere su esfuerzo. Cuando se es padre uno va aprendiendo a dar todo, a tener un motivo de vida. A veces ese sentimiento se topa con aspiraciones propias que esperaba que se celaran, como los niños, con las vicisitudes de los últimos años.
Son días en que mi paciencia y mi tolerancia se pone a límite y se pone a prueba. Han llegado a un nivel que suponía, hipotéticamente, que me alteraría. Me alegra que no sea así, y me reconforta pensar que en algún momento soporté más que esto.
Cambio y fuera, por hoy.
Me niego a morir. Desde que tengo memoria, la vida me ha enseñado a que cada meta tiene su costo, que cada escalón requiere su esfuerzo. Cuando se es padre uno va aprendiendo a dar todo, a tener un motivo de vida. A veces ese sentimiento se topa con aspiraciones propias que esperaba que se celaran, como los niños, con las vicisitudes de los últimos años.
Son días en que mi paciencia y mi tolerancia se pone a límite y se pone a prueba. Han llegado a un nivel que suponía, hipotéticamente, que me alteraría. Me alegra que no sea así, y me reconforta pensar que en algún momento soporté más que esto.
Cambio y fuera, por hoy.
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