Agosto me gustó para escribir...
De repente los meses, a lo largo del año, se pintan de diferentes colores, huelen diferente, se sienten desigual. Agosto se empieza a volver en un mes especial, en todas las aristas y con todos sus sentimientos.
Con el tiempo aprendemos a reír, al igual que aprendemos a llorar. Años atrás, cuando se avecinaban los últimos días del mes, siempre, invariablemente, una opresión llegaba al pecho, la distracción y la zozobra eran la constante.
Muchas cosas han pasado en los últimos años. He aprendido a darle todo el corazón a una pequeña personita, por quien estoy dispuesto a dar la vida también. Perdí también a un gran hermano, un amigo, a quien sé que volveré a ver algún día.
Amigo y hermanos van envejeciendo. Igual que yo, que como dirían en esas estrofas "can´t stop growing old". Cada año ha sido más experiencia, más recuerdos, mas momentos, más por compartir.
Cada día escribo miles de palabras para sobrevivir. Sin embargo muchas de ellas, las que lo adornan a uno a diario, se quedan a veces en la cabeza, en la lengua, la mente o el cuerpo. A veces se las demuestro a mi hijo, a mi mujer o a mi familia.
Pero agosto me gustó para escribir. Decir que amo a mi mujer, a mi hijo y a mi familia. Decir que este mes, extraño más que nunca. Decir que redescubrí una pasión, una vocación, que sé que cada día es una nueva oportunidad para ser mejor.
No importa que el empleo sea ninguneado. No importa que muchas veces no sea valorado, ni por quien emplea o por quien consume. Críticas llueven, ninguna propone y muchas de ellas se equivocan. En el oficio de las letras, de la información, uno debe de tolerar, pensar, construir.
Un día podré ser capaz de mirar a Camilo a los ojos y decirle que su padre siempre hizo lo que creyó correcto, que nunca vendió sus ideales, sus valores, sus principios ni su ética al mejor postor. En él no quiero crear contenidos, busco crear contexto.
Mi hermano y tocayo, me queda decirte que te extraño cabrón, y que a pesar que no estás por acá, que sigo aprendiendo cosas de tí y que te sigo conociendo, cada que tu mamá habla, ríe y llora. Todos te extrañamos, gordo. Un día nos volveremos a ver.
Por lo pronto uno aquí sobrevive, sobregoza, sobreríe y sobreaprende, que la vida es tan fugaz como para pasarla llorando.
Con el tiempo aprendemos a reír, al igual que aprendemos a llorar. Años atrás, cuando se avecinaban los últimos días del mes, siempre, invariablemente, una opresión llegaba al pecho, la distracción y la zozobra eran la constante.
Muchas cosas han pasado en los últimos años. He aprendido a darle todo el corazón a una pequeña personita, por quien estoy dispuesto a dar la vida también. Perdí también a un gran hermano, un amigo, a quien sé que volveré a ver algún día.
Amigo y hermanos van envejeciendo. Igual que yo, que como dirían en esas estrofas "can´t stop growing old". Cada año ha sido más experiencia, más recuerdos, mas momentos, más por compartir.
Cada día escribo miles de palabras para sobrevivir. Sin embargo muchas de ellas, las que lo adornan a uno a diario, se quedan a veces en la cabeza, en la lengua, la mente o el cuerpo. A veces se las demuestro a mi hijo, a mi mujer o a mi familia.
Pero agosto me gustó para escribir. Decir que amo a mi mujer, a mi hijo y a mi familia. Decir que este mes, extraño más que nunca. Decir que redescubrí una pasión, una vocación, que sé que cada día es una nueva oportunidad para ser mejor.
No importa que el empleo sea ninguneado. No importa que muchas veces no sea valorado, ni por quien emplea o por quien consume. Críticas llueven, ninguna propone y muchas de ellas se equivocan. En el oficio de las letras, de la información, uno debe de tolerar, pensar, construir.
Un día podré ser capaz de mirar a Camilo a los ojos y decirle que su padre siempre hizo lo que creyó correcto, que nunca vendió sus ideales, sus valores, sus principios ni su ética al mejor postor. En él no quiero crear contenidos, busco crear contexto.
Mi hermano y tocayo, me queda decirte que te extraño cabrón, y que a pesar que no estás por acá, que sigo aprendiendo cosas de tí y que te sigo conociendo, cada que tu mamá habla, ríe y llora. Todos te extrañamos, gordo. Un día nos volveremos a ver.
Por lo pronto uno aquí sobrevive, sobregoza, sobreríe y sobreaprende, que la vida es tan fugaz como para pasarla llorando.
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